Coger el volante, recorrer kilómetros, muchos kilómetros; horas de conducción en soledad, en silencio, ensimismado con tus pensamientos, oyendo de fondo la música que sale del aparato de radio, sin prestarla mucha atención.
Correr del tiempo, ése que no pasa, que se estanca, que
parece inmóvil aunque no detengas el coche ni para descansar, aunque intentes
volar por esas carreteras que se extienden ante tus ojos.
Viaje que no acaba, que no llega a su fin por más que
pises el acelerador, por más que te empeñes en ir adelantando a otros coches
que van algo más lentos que tú.
Viaje deseado, casi ni pensado, con tantas ganas de
llegar como de no hacerlo.
Viviendo en tu mente mil posibles formas de encuentro, sin saber a ciencia
cierta cómo será.
Con un cosquilleo en el estómago y en el alma, queriendo
que todo sea especial, pero con ese miedo de que las cosas no se den como
queremos.
Y es que es una aventura el presentarse allí, sin saber
si te esperan, si te quieren esperar, si desean conocerte, si te querrán abrazar.
Mil situaciones distintas han poblado tu mente en este pasar de kilómetros, en este
pasar de tierras, de comunidades autónomas.
Delirio, ganas, incertidumbre, miedo, ansias, temblor…
¿Será verdad lo soñado?
¿Tendrá razón mi corazón, mi intuición?
¿Me esperará con una sonrisa en su boca?
O ¿tendré que darme la vuelta y deshacer el camino?
Si lo deshago, ya nada será igual; volveré derrumbado,
abatido, triste, hundido…
Nunca más se dará una situación similar, mi corazón no lo
podría aguantar…
¿Y si, por el contrario, me espera, me busca, me extiende
su mano, abre su corazón, me confiesa un amor que yo soñé?
Entonces…¿qué hago?
Espero no temblar de la emoción, no titubear, que no se
me note el calor que me inunda el cuerpo y la razón…
Firme, con decisión, igual que he hecho este viaje,
tenderé mis brazos, mostraré mi sonrisa, ofreceré mi alma…
Parece que estoy cerca, ya entro en la población, cuántos
paisajes quedan atrás, cuántas curvas, cuánta incertidumbre, cuánta soledad…
Tengo poco que callejear, sabe que vengo, se lo
escribí, me contestó que saldría a
buscarme, lo que no sé es con qué intención me esperará…
Solo nos conocemos por foto, ni siquiera conozco su voz;
aunque sé todo de su vida, sé que es especial.
Enfilo la última calle, la que da al mar; entra por mi
ventana un intenso olor a sal, una brisa suave, una calma total.
Unos pescadores cosen sus redes en tierra, al lado de su
barco, conversan alegremente, ríen…¡con ellos hay alguien más…!
El corazón se me paraliza, casi dejo de respirar, veo una
inequívoca figura, ahí está…
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