Las obligaciones con nuestros hijos nos
vienen dadas desde que los traemos al mundo.
Obligación de quererlos, alimentarlos, educarlos
y velar por ellos…
Pero cuando uno de los padres se salta a la
torera las obligaciones y el otro se lo
recuerda por activa y por pasiva, y no encuentra respuesta…
acaba por sacar tu mala “milk”,
acaba por apoderarse de ti una sensación de
impotencia,
tienes unas ganas de echártelo en cara y
sacudirle el polvo que…
en este caso no sirve ni contar hasta 100,
¡qué Dios me coja confesada!
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