Nadie
ve sus lágrimas de sangre
no
se escuchan los lamentos de su corazón
ni
el terror recorriendo su cuerpo
al
ver la sonrisa en la faz de su padre
adentrándose
en su habitación.
Desde
muy niña, la soledad acompaña su alma
el
silencio es confidente de su vida
la
vergüenza, su eterna consejera
lágrimas
de sangre muy escondidas.
Nunca
soñó con príncipes ni poetas
nada
borró el agua y el jabón
un
pesado collar de amargura
arrastró
su niñez al fondo de un cajón.
Un
amanecer se supo preñada
de
asco, de amargura y de miedo
otro
inocente para atormentarla
ahora
imposible esconderlo.
Cuando
las estrellas más alto brillaban
en
aquella noche callada y amarga
él
apareció en el umbral de su puerta
y
la encontró para siempre dormida
en
aquella dolorosa y mancillada cama.