Tiempo
de tañer de campanas
mientras
expira una vida
anuncio
de ángeles
en
una noche fría.
Una
blanca paloma posada en su ajado cuerpo
escarcha
en unas manos dormidas
frígidas
flores, cirios níveos
iluminando
una mirada para siempre perdida.
Se
lamenta el campanario
aturdiendo
a la cigüeña
vociferando
la muerte
de
una madre cualquiera.
La
tuya, la mía
que
se lleva para siempre
las
caricias no recibidas.
Párpados
cerrados perpetuamente
voz
callada para la eternidad
cuerpo
dentro de su mortaja
esperando
la tierra final.
Una
caja de madera
último
traje que vestirá
se
ceñirá a su cintura
mientras
un negro pozo
espera
para dejarla cautiva.
Y
se cerrará una página
que
se quedó a la mitad
lloraré
su suerte
me
parte un dolor visceral.