Si cuento los buenos médicos que he tenido en mi vida, aún me sobra un dedo de la mano, todos ellos de la Seguridad Social. A unos los perdí porque los van trasladando de un sitio a otro, a dos de ellos por mi cambio de domicilio.
Recuerdo con especial cariño a aquel médico que dejó un gran hospital de Madrid para irse a un pueblo de Toledo, aunque según tengo entendido después hizo el camino de regreso.
Quiso la vida que nuestros caminos se cruzasen, me ayudó como pocos, incluso le regalé un libro encuadernado con poesías y relatos míos, él siempre me animaba a escribir.
Fue él quién me recetó/aconsejó marihuana para mis dolores, ya que todo lo que probamos no dio resultado. Le hice caso y llegué a tomar dosis de caballo, sin que me afectase en lo mas mínimo, cuando se lo comenté me dijo que no gastase más dinero, que no había manera, fue la neuróloga quién me dijo que soy inmune a la marihuana.
Cuándo entró la marihuana en mi casa de manera oficial, cambiaron algunas cosas, para mal.
Han pasado muchos años desde entonces, ahora pensando en que la coca podría aliviarme, pero con la certeza de que si la meto en casa, aunque a mí no me sirva, aquí se quedará. El pavor me inunda mi puñetero cuerpo.