El invierno llega a su fin.
Ya tenemos días de esos en que brilla el sol,
empezando a calentar.
Los pájaros hacen sonar sus trinos y vuelan a
nuestro alrededor.
El paisaje empieza a tomar otro color.
Las flores comienzan a exhibir, descaradas,
sus ricas tonalidades, sus preciosas hojas y sus esbeltos tallos.
Los pequeños insectos pasean por el jardín,
recién despertados a la vida.
El sol, allí arriba, está loco por brillar,
resplandeciente, señorial, mirando todo desde la distancia.
Los niños vociferan en la calle, jugando
detrás de una pelota, corriendo y saltando, contentos de salir de un
enclaustramiento impuesto por el frío y la lluvia.
Lluvia que hoy nos acompaña, que hoy a vuelto
a hacer acto de presencia,
dejando a los niños
en casa, a los animalitos escondidos y a las flores tiritando y mojadas.
Lluvia que corre por los cristales, que
salpica mi alma.
Incómoda agua que hace charcos frente a mi
casa.
Con un café en mis manos y escuchando bajito
un fado, me acerco a la ventana cerrada.
Miro la calle desierta. Solo agua.
Las nubes se impusieron al sol, hoy ganaron la
batalla.
Veo una cortina de lluvia acompañada de un
sonido casi mudo; veo un cielo inmensamente plomizo, parece que fuese a durar
así para siempre.
Una tras otra, las gotas forman charcos, se
quedan contenidas, no se derraman...
El silencio de la calle, el sonido de la
lluvia, la triste canción, el frío de mi alma...
Ni el café caliente consigue templar mi
cuerpo, que se acomoda y se esconde tras una bata.
Mis ojos no lloran, ya no me quedan lágrimas,
ni ganas...
Me retiro del frío cristal, cierro la cortina,
la música se acaba.
Silencio en el ambiente y en mis entrañas.
Otro café.
Mi gatito tumbado en el sofá, lánguido,
ausente, tapado con una manta.
Me sentaré junto a él, estiraré las piernas,
reclinaré la espalda...
Entra más luz por la ventana.
Me levanto, aparto la cortina; las nubes
comienzan su marcha, despacio, sin prisa ni pausa.
Va desapareciendo el velo que formaban...
Un pajarillo impaciente y travieso cruza el
cielo, sin esperar la calma.
El sol lucha por abrirse paso, las últimas
gotas dejan la calle mojada.
Hay un brillo especial en el ambiente.
Una mariposa se pone en mi cristal,
majestuosa, altanera, mostrándome sus alas...
Cierro de golpe, no quiero mirarla.
Cuánta nostalgia me trae la lluvia, tanto como a ti. Preciosa entrada.
ResponderEliminarUn beso.
La lluvia se me antoja melancólica y nostálgica...
EliminarBesos.
La mariposa es señal de alegría, no cierres la ventana y mira los colores de la vida, aspira, respira, sal, vive.
ResponderEliminarBesicos.
Esto lo escribí hace mucho..me encantan las mariposas y la vida!!
EliminarGracias por pasarte por aquí y por tu comentario..
Un saludo